domingo, 20 de noviembre de 2011

Inspirada

Creé el blog porque me animaron Pablo e Ignacio en el autobús que nos llevaba al colegio después de la clase de gimnasia. Al principio hacía una entrada al día. Ahora llevo dos meses sin poner nada. En parte por los pocos comentarios, en parte porque estoy muy liada con segundo de bachillerato y las mil cosas que hago (a mí me cuesta mucho elegir una sola opción, así que las escojo todas), en parte porque yo soy así: empiezo con algo como si me fuera la vida en ello y al mes no me acuerdo más de ello.
Pero hete aquí que Ignacio crea un nuevo blog, elquepasabaporalli.blogspot.com . Leo las entradas. Me río con la dibujo del pulpo en movimiento con el que homenajea el antiguo. Empiezo a ver el vídeo de la penúltima entrada para cortarlo enseguida porque no entiendo nada de lo que dice. Comento y vengo aquí. Los comentarios mejor cortos, y se me ocurren muchas cosas que quiero decir.
De la más reciente no tanto, porque no creo que yo pueda aportar nada sobre la música, dado lo muy limitado de mis conocimientos sobre ella. Pero las dos anteriores me han resultado completamente conmovedoras. Inspiradoras. Dignas de ser leídas. Acordes con lo que yo vivo y siento cada día.
Me considero profundamente optimista. Para mí, no serlo es una gilipollez. Con esto no pretendo herir a nadie que, por circunstancias mucho más duras que la mía, piensen que la vida es una mierda, que el mundo es una mierda, que no hay razón para ser feliz. Pues invéntatela, recontrarrecórcholis. Disfruta todo lo que puedas. Si ves que el mundo es una mierda, cámbialo. Si no puedes cambiarlo (y seamos sinceros, no podemos hacerlo), disfruta de lo bueno que tiene. Porque lo hay. Lo malo está ahí para resaltar lo bueno. Recuerda la nota buena y no la mala. Aprende a alegrarte por los logros de los demás. Pídeles ayuda para que te ayuden a conseguir los tuyos.
Si hay algo que no quiero cambiar de mí misma, es esa forma de ver las cosas. Me viene de hace mucho. De una tarde de verano en la que lloraba mirando por la ventana de un avión, triste porque se había acabado un viaje estupendo. Mi madre, con esa voz tan dulce que solo las madres de niños pequeños tienen y que tanto contrastan con los gritos que a menudo profieren a esos mismos niños, me dijo que "si lloras porque se va el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas". Y nadie debe perderse el espectáculo del cielo estrellado.