domingo, 19 de febrero de 2012

Cuando se cuela el pesimismo

Soy bastante indecisa. Me cuesta horrores elegir. Eso, lamentablemente, no significa que después de sopesar pros y contras y analizar las diferentes opciones una y otra vez llegue a la mejor decisión. En la mayoría de ocasiones, la alternativa escogida me parece un error.
A la hora de pedir en un restaurante, este desafortunado aspecto de mi persona no tiene demasiadas consecuencias. Pero a la hora de escoger carrera, la cosa cambia.
Como yo, que llevo cambiando mis ilusiones de futuro cada año desde que tengo memoria. Solo diré que en tercero de la ESO estaba convencida de que lo mío eran ciencias sociales. Bueno, diré más. Me sonó estupendamente "ciencias políticas y de la administración".
No me he arrepentido en ningún momento de estar en biología (la excepción que confirma la regla). Pero con lo cambiante que soy, ¿me gustará la profesión que finalmente escoja durante toda mi vida?
He tenido que defender mi decisión de ser matrona con mucha, mucha fuerza. ¿Cómo voy a aguantar los momentos malos, que los habrá, si no estoy segura de que es lo que realmente quiero? ¿Me da por pensar que no es lo que realmente quiero por costumbre o porque verdaderamente debo replanteármelo?
Pienso en el tema y se me saltan las lágrimas. Literalmente. Temo por mi futuro, por mi felicidad. ¿Qué hago?

lunes, 6 de febrero de 2012

Lulú y Romerita

Érase una vez una alumna muy confiada de segundo de bachillerato que empezó con muchas ganas el curso. Creyéndose una persona totalmente cambiada en tres cortos meses, quería dejar atrás malos rollos, ser práctica y vivir lo mejor de cada momento.
A esta alumna (pongamos que se llama, por ejemplo, michimidue) le gustaban, y le gustan, las tradiciones divertidas, que sirven para recordar buenos momemtos y crear nuevos. Plasta y tenaz como ella sola, reunió a un grupo variopinto para comer en un restaurante el primer día de clase. Cinco chicas que, si bien se conocían, no tenían una relación muy estrecha. Pero las vivencias comunes unen, y hablando de los buenos y malos momentos de primero de bachillerato, dos de ellas llegaron a la conclusión de que deberían pasar más tiempo juntas, porque habían pasado un curso entero ignorándose mutuamente sin saber muy bien por qué.
Como michimidue soy yo, os contaré las consecuencias de esa decisión. Martus, Martusqui, Marata, no me he arrepentido ni por un segundo. Al contrario. Estoy contentísima, feliz. Doy gracias todos los días. Cada vez que nos hacemos bromas tontas. Cada vez que me esperas pacientemente. Cada vez que vienes a mi casa. Cada vez que pones una de tus caras graciosas, muy graciosas.
En primero me distancié de mucha gente del San José. No por nada en particular. Quizá porque, en el fondo, aunque no lo parezca, soy tímida y tengo mucho, pero que mucho miedo al rechazo.
Pero de rechazo nada de nada. Sois un amor. No solo tú, compañera de sitio, mi medio bocata, también Mo, y "Ma", y ¡Lulú! Parece mentira que te lo tenga que decir, que no te lo creas, cuando ya el año pasado te decía que me encantaba cuando salíamos juntas pero no era algo que hiciéramos a propósito.
Segundo de bachillerato se hace mucho más fácil con vosotras. El día a día, los viernes y la perspectiva de la playa. Durmamos donde durmamos, no faltéis.
Un abrazo muy muy grande lleno de todo mi amor empalagoso y absolutamente nada cortante para Lucía. Marta ya sabe cuándo se lo puedo dar.