viernes, 7 de febrero de 2014

De Pa a Pe: hasta las narices

Hay días que se presentan aburridos, por qué no decirlo, malos. Días en los que tienes que estudiarte 40 páginas de anatomía para poder estudiar otras 40 al siguiente y otras 40 al otro, para tener un examen que te da mucho, mucho miedito, antes de tener una relativa y reducida calma hasta el siguiente. Esos días parecen malos por sí mismos, pero la vida te da un montón de sorpresas,
La carrera de medicina es alucinante. Te exige muchísimo continuamente y es más larga que un día sin pan y puede ser que en tu aula no haya nada de calefacción en todo el invierno, y aun así es interesante, preciosa y a veces se le encuentra el buen sentido a que sea absorbente.
Me tiene enganchada y he descubierto de ella un montón de cosas que jamás podría haber imaginado. Pero, sorprendentemente, tenía razón en una cosa. Ese ambiente de competitividad parece ser directamente proporcional al tamaño de la clase. Y, creedme, el aula 4 es enorme.
Yo soy consciente de que vivo con demasiada pachorra. Que no me preocupo de estudiar tanto como debería. Que muchas veces soy conformista. En resumen, mi comportamiento no es que sea el ideal.
De verdad que no lo creo. Porque tengo un montón de errores, faltaría más. Errores que intento evitar.
Uno de los errores que intento evitar es el de no juzgar. Me cuesta, claro que sí, porque la parcialidad es tan propia del ser humano como una abundante corteza de asociación (permitidme que meta algún comentario demostrando que aprendo cosas en la carrera, algo gilipollas sí que me está volviendo). Vamos, que somos tan dados a relativizar como capaces de razonar y darnos cuenta de que en exámenes uno está a la que salta, que los demás no quieren que nosotros suframos para que ellos puedan ser felices, y que si uno está nervioso es mejor no decir ciertas cosas que, te arrepientas de decirlas después o no, puedan herir a otros, a quien has malinterpretado, o que han actuado mal por no pensar bien en lo que hacían.
Porque, de verdad de la buena, nunca antes, en ningún ámbito, había "flipado" tanto tantas veces. Pero flipar de alucinar completamente. No entender de dónde narices se ha sacado esa persona eso. No ser capaz de razonar con alguien porque no para de tergiversar (o directamente inventar) lo que dices. Cansarse de explicar la opinión propia porque, total, el otro no va a dejar de insultar por mucho que digas, y si lo que la otra persona dice es verdad tú eres una persona horrible.
Todo esto, ¡con tus compañeros! ¡Con gente que en realidad tiene los mismos intereses que tú! No lo entiendo. Y me desquicia. Perder tanto, tanto tiempo en discusiones horribles que podían ser debates para que ambas partes quedaran satisfechas.
Lo bueno, porque siempre tengo que sacar algo bueno de todo, para hacer de situaciones horribles aprendizajes duros, es que he llegado a una conclusión, que va más allá del "ama a tus amigos, pero también a tus enemigos, que es más difícil" pero parte de él. Cuando vayas a hacer algo, piensa que todas las personas a las que va a afectar son tu mejor amigo. Busca la solución que sea mejor para todos. Y sé consciente, y eso lo he aprendido hace muy poquito, que ese todos te incluye a ti, y que ese mejor incluye el medio y largo plazo.
Eso sí, primero de todo, respira. Cada cosa a su tiempo. En época de exámenes, quédate incomunicado. Ahora mismo un día exclusivamente dedicado a la anatomía no me parece tan mala idea. Menos mal que aún me quedan dos. Y espero que solo me queden dos.