lunes, 20 de junio de 2011

Agua y botas de montaña

Ya ha llegado el verano. El solsticio no, ya lo sé, pero lo que yo entiendo por verano se ha instaurado este fin de semana. A saber: calor, el agua del pantano a una temperatura razonable, nada que estudiar y la barca dispuesta en el embarcadero.
El sábado por la mañana, en el camino al pantano, fuimos a Decathlon a comprarme las botas para otro camino, el de Santiago.
El domingo las estrené. Una hora caminando con todo el sol. De vuelta a casa, me encontré a mis padres y nos fuimos a la barca. Para dar un paseo despacito, porque desafortunadamente el motor tiene nosequé problema y no se levanta, así que no se puede ir rápido y, por tanto, yo no pude esquiar.
Bañarme sí, y lo hice. Nadar en agua dulce, sobre todo si la barca para en medio del pantano, con unos treinta metros de profundidad, es una maravilla. Siempre lo es, pero, cansada como estaba, se me relajó todo el cuerpo y se me fue el calor al instante. Me encanta el agua dulce.

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