viernes, 15 de julio de 2011

Reliquias

Ayer fuimos a ver Harry Potter y las reliquias de la muerte al cine. Hogwarts y sus alumnos llegaron a mi vida cuando tenía siete años y han sido una parte importante de mi vida. Los primeros libros sin dibus. El principio de la eterna discusión entre lectores y no lectores sobre la utilidad de leerte un libro cuando van a sacar la película. La posibilidad de ver reflejado el paso del tiempo que te afecta tanto a ti como los personajes. El comentario de un profesor muy, muy querido comparando la magia con el poder que tiene una persona con las ideas y los principios claros. Y el amor. No ese amor en el que la chica es una damisela indefensa que se enamora de su salvador. El amor entre dos personas inteligentes que comparten ideales y luchan juntos por ellos. El amor que te hace renunciar a quien más quieres en favor de su seguridad. El amor que se oculta bajo inseguridades y miedos pero que, al final, llega. Y cuando llega, no importa el pasado. Lo importante es que ha ocurrido.
Algo que echaré de menos de ir a ver la saga al cine es la sensación de unidad. La sala, repleta, está viendo una historia que todo el mundo conoce. Si se hace un comentario gracioso, todo el mundo se ríe. Si los protas se besan, todo el mundo estalla en aplausos. Da igual que los actores, obviamente, no se enteren. Da igual que solo conozcas a tres personas. Estás compartiendo ese momento con todos los que están viendo la película, y en cuanto se acaba deseas compartirlo con todos los que la vayan a ver. Porque, al fin y al cabo, Harry Potter no está solo. Está rodeado de amigos y enemigos, cada uno con su historia, su importancia y una razón que lo hace importante. Como la vida misma.

1 comentario:

  1. Me acuerdo que estubimos hablándolo=)=) jejeje SIGUE ASÍ!!! (Elena S.)

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